Hay que entender que nuestros hijos son pequeños. Para ello te proponemos que tengas en cuenta los siguientes puntos:
- Hacen cosas de niños. No son personas adultas y, por tanto, hacen cosas de niños como no obedecer a la primera, querer tocar lo todo, cuestionar la autoridad de los padres, querer jugar sin parar para comer o dormir, decidir qué abrigo ponerse, aunque sea verano, etc.
- Necesitan nuestra atención. A cualquier hora del día (si es de noche se pierde más la paciencia) y en cualquier lugar: en la calle, en casa, en la bañera, mientras yo hablo por teléfono o cocino, etc.
- Sus necesidades son diferentes a las nuestras. Mientras yo necesito descansar de un día agotador, mi hijo necesita la atención de su madre y padre: ya sea jugando o preguntando, con mimos o con regañinas, si todo lo demás falla.
- Merecen respeto. Tratarlos mediante ejercicios de sumisión (cachetadas, golpes, humillaciones, castigos y gritos) hacen que se sientan inferiores ahora y en el futuro.
- No tienen prisa. Ni en comer, ni en vestirse, ni en caminar, ni para llegar a ningún sitio, ni en crecer. La prisa es de los adultos. ¡Prisa para todo; hasta para amar! Cuánta más prisa, menos paciencia.
- No necesitan hacer muchas cosas. Ellos simplemente necesitan hacerlas y a su ritmo. En cambio los adultos, sí. Cuánto más cosas por hacer, más estrés y menos paciencia.
- ¿Necesitan hacerlas bien? No es cosas de niños hacer las cosas bien. Sí es cosa de padres exigir o esperar que las hagan bien: obedezcan a la primera, ordenen, jueguen sin alboroto, comprendan a los hermanos, se lo coman todo, se duchen sin protestar, hagan bien sus deberes, etc.
- Solicitan nuestro tiempo. Los hijos necesitan de nuestro tiempo y dedicación, pero cuando no lo tenemos en cuenta, nos hacen perder la paciencia.
- Requieren amor incondicional. La paternidad es amor incondicional, que seguro practicas cuando tu hijo te sonríe con esa carita tan linda. También, es la misma carita linda de quien te hace perder la paciencia y gritarle o exigirle.
- Los necesitamos. Nosotros necesitamos también a nuestros hijos. Abrir nuestro corazón, jugar, cantar, danzar sin por ello perder nuestra parte de adulto responsable que se vuelve más flexible, amoroso y sin exigencias.
Dr. Diego Cárdenas O’Neill